viernes, 25 de septiembre de 2009

El hijo (de Jean-Pierre y Luc Dardenne)

Notable película franco-belga sobre un drama repleto de silencios que buscan la expiación. Acá un fragmento de los escasos díalogos del largometraje:

-¿Te gustaría ser mi tutor?
- Pero, ¿no tienes uno ya?
-No.
-¿Y tu trabajador social? Debes preguntarle a él.
-¿Qué dices, quieres ser mi tutor?
-No sé, debo pensarlo. ¿Por qué quieres|que sea tu guardián?
-Porque me enseñaste mi trabajo. ¿Puedo llamarte Olivier?
-¿Por qué?
-Porque los otros te llaman Olivier.
-Si te gusta... ¿Exceptuando el robo, qué mas?
-Un asesinato.
-¿Mataste a alguien?
-Sí.
-¿Por qué mataste a alguien? Si quieres que sea tu tutor entonces tengo derecho a saber. ¿Qué fué lo que robaste?
-Una radio de auto.
-¿Mataste a alguien por una radio?
-Había un niño atrás y no lo ví. No quería dejarme ir. Lo agarré del cuello|hasta que me dejó ir.
-Lo estrangulaste...
-No quería dejarme ir.
- Lo estrangulaste...
-Yo no quería, pero tenía miedo de que me atraparan.
-Lo hiciste, sino él no estaría muerto.
-Sí, pero...
- Ningún pero. ¿Lo hiciste o no?
-Bueno, sí. Me pasé.
-¿Lamentas lo que hiciste?
-Por supuesto.
-¿Por qué por supuesto?
-Me encerraron por 5 años...

"El film es preciso, duro y directo como sus personajes; en la atmósfera, tensa desde el comienzo, se percibe cierto nervioso malestar. La cámara asedia a Olivier, el experto en carpintería en torno al cual gira el relato. No hace falta explicación alguna para comprender que aquella irritación, aquel padecimiento interior le corresponden. El hombre -cuarentón solitario y fornido, la nuca tiesa, los movimientos enérgicos y controlados, una ancha faja de cuero en la cintura para proteger la maltratada espalda- enseña su oficio en un instituto de rehabilitación social para jóvenes. Un día llega al lugar Francis, muchacho hosco, casi inabordable en su silencioso hermetismo, y las autoridades se lo encomiendan. Olivier se rehúsa a admitirlo con el pretexto de que ya tiene suficiente con sus cuatro discípulos; sin embargo, comienza a rondarlo, a espiar sus movimientos (en el instituto y en la calle) de un modo cada vez más obsesivo, hasta que por fin acepta incorporarlo a su grupo.

En el porqué de la extraña conducta del hombre reside el secreto del pasado que el film demora en revelar y que conviene no detallar aquí: un luctuoso suceso que los ligó y marcó para siempre, aunque de modo bien diverso, sus vidas. Olivier sabe que es ese muchacho el que determinó su desdicha; Francis, en cambio, ignora que quien ahora es su instructor resultó víctima del atroz pecado adolescente por el cual ya tuvo su condena.

Donde otros hubieran construido un film de suspenso, los Dardenne miran más hondo. Apoyándose en dos actores formidables (Olivier Gourmet y Morgan Marinne) se deciden a seguir a sus personajes muy de cerca (tanto como lo permite la apremiante minicámara que utilizan), a observar lo que dicen con sus gestos, a percibir las emociones y las contradicciones en lo que expresan sus cuerpos o en las conductas que adoptan; a sugerir el dilema moral o la culpa que palpitan en su interior, a dilucidar los porqués de un acercamiento cuyo propósito ni siquiera el propio Olivier conoce. "No sé", le contesta a su ex mujer cuando ésta le pregunta por qué hace lo que hace. Y esa incertidumbre tensa los hilos del relato mientras en la relación entre el carpintero y su pupilo (¿un padre y un hijo dispuestos por el azar?) se teje una confusa trama de desconfianza, admiración, resentimiento, hostilidad, compasión y rencor.

Nadie reflexiona sobre lo que sucede, nadie lo explica; tampoco hay música que avive emociones. Los laberínticos corredores y escaleras por los que en un principio la cámara acompañó al hombre en su sigilosa persecución son los mismos en los que ahora parece debatirse su pensamiento. Hasta cuando estalla la forzosa violencia y arrastra consigo sentimientos contradictorios, los Dardenne evitan las explicaciones. Basta la precisión expresiva de su puesta en escena para abarcar toda la complejidad del tema. A puro cine también resuelven los cineastas belgas las últimas imágenes: la escena del aserradero, los dos cubriendo con un plástico los tablones elegidos, no necesita palabras. Es de una intensidad y una potencia emotiva como pocas veces se alcanzan en la pantalla.

"El hijo" parece un film sobre la redención y el perdón, pero hace más: repudia la venganza. Y en el fondo sólo (¿sólo?) reivindica y celebra el gesto primordial que ennoblece al ser humano: el reconocimiento del otro." (Fuente: http://fotograma.com/notas/reviews/3856.shtml)

Página oficial: http://www.diaphana.fr/lefils/

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