viernes, 9 de noviembre de 2012

José y Pilar


Escribe Javier Ocaña

Lo bueno de las películas es que no admiten un único ángulo de visión y la multiplicidad de miradas las enriquece. Así, ante José y Pilar,pacientísimo documental del portugués Miguel Gonçalves Mendes sobre José Saramago y su viuda, Pilar del Río, en el que ambos se exponen a la cámara durante casi tres años, con la vertiginosa agenda social, personal y promocional del escritor como tercer protagonista, la riqueza testimonial puede llevar a opciones contrapuestas. Baltasar Garzón, en su presentación en el Festival de Ronda, afirmó que en ella "se descubre la camaradería, la amistad de dos compañeros de viaje, apoyándose en el pensar y en el vivir".
Otras miradas, en cambio, podrían ver a un hombre cansado de sonreír, del esfuerzo de parecer inteligente a cada instante; a un hombre al que le hubiera gustado estar tranquilo en su casa, pergeñando historias ("yo tengo ideas sobre novelas..."), pero que, arrastrado por su esposa, acude a mil y un eventos protocolarios ("... y tú tienes ideas sobre la vida", le dice José a Pilar); a un hombre sumergido en el centro de una verbena, como un extraterrestre que apenas entiende; a un hombre que, en una imagen impagable, se queda dormido en una conferencia a unos metros de otro que también ha decidido apagar los ojos: Gabriel García Márquez; a un hombre, y son sus palabras, consciente de ser una teta que produce leche en forma de dinero; a un hombre expuesto a la estupidez y a la desvergüenza ("¿me dibuja un hipopótamo junto al autógrafo? (*)", le dice un fanático al escritor, visiblemente enfermo y cansado, mientras una cola kilométrica aguarda su turno); a un hombre que despliega brillantez, inteligencia y saber estar, mientras otros se convierten en protagonistas de una película que no es la suya. "Algunos no me perdonan que yo quisiera a Borges", clamaba hace una semana en este periódico su viuda, María Kodama. ¿Recuerdan a una tal Yoko Ono, esposa de un cantante?
La existencia misma de esta película parece un abono para la tesis. Y sin embargo el trabajo de Gonçalves se configura como un documento apasionante, excepcional, con el que, de un modo seguramente impudoroso, este crítico se encandiló. Perdón por verla, perdón por disfrutarla, maestro.

Nota de Orlando Mazeyra.- El crítico Javier Ocaña quizá confunde a Saramago con Vargas Llosa (confeso amante de los hipopótamos). El joven brasileño le pide a Saramago que le dibujara un elefante (personaje principal del libro que le autografió: EL VIAJE DEL ELEFANTE).