jueves, 29 de julio de 2010

El juego de la silla (de Ana Katz)


Una reseña de Yvonne Yolis sacada de www.cineismo.com

El juego de la silla es, básicamente, una familia. Cuando la directora pensó en esta historia, no tenía en claro la estructura, los conflictos, la puesta en escena ni el final. Tenía en mente a un grupo de personas frente a una situación muy concreta: Víctor vive en el extranjero y está de paso, por un día, para visitar a su mamá y a sus hermanos. Todos están muy ansiosos por su llegada y esperan compartir con él los rituales del pasado y el afecto acumulado por largo tiempo. Los Lujine –que de ellos se trata– fueron lo primero que surgió; después se convirtieron en una película y en una obra de teatro, alternadamente (primero se rodó, luego se montó la obra teatral durante un año, y por último se editó y terminó el film).

A partir de la lograda caracterización de cada uno de los personajes, de la premisa de la reunión familiar preparada para el hermano mayor y acotando los tiempos y el espacio a un solo día y lugar, Ana Katz desarrolla una comedia de situaciones en la que el humor se cuela a través de la pausada observación de lo cotidiano. Las secuencias se van sucediendo y el concepto es siempre el mismo: lo habitual y, aparentemente, más normal del mundo (un diálogo, una comida, un juego) comienza a coquetear con la locura y se tiñe de patetismo. Es el patetismo de lo cotidiano puesto en escena; lo cercano y conocido que se vuelve siniestro visto con otros ojos.

La narración trabaja sobre esa delgada línea entre la “normalidad” y la “locura”. Va y viene entre la identificación del espectador con los personajes –cualquiera estuvo en una escena similar– y la vergüenza ajena que produce la exposición de las miserias, la estupidez o la verdad inconfesable. Todo esto produce risas, pero, sobre todo, una tensión insoportable. El montaje lento, la puesta en escena algo teatral, la seriedad con que se toman los Lujine cada uno de los ritos (muchas veces absurdos o ridículos) que llevan a cabo, terminan de definir el tono y refuerzan la sensación de que en cualquier momento algo va a explotar.

El film abre con un avión que está por aterrizar y empieza a presentar a cada uno de los personajes. Además de describirlos y de dar pistas sobre lo que está por ocurrir, el relato hace saber que los roles están bien definidos en la familia: cada cual cumple con un papel inamovible. Andrés (Nicolás Tacconi) es rebelde, despreocupado, desordenado y algo “vago”. Laura (Ana Katz) es un poco tonta, ingenua, insegura, muy “nena” para la edad que tiene. Lucía (Luciana Lifschitz) es la hermana menor, llena de entusiasmo y gracia. Silvia (Verónica Moreno), la ex novia de Víctor, es amiga de la familia, callada y tímida, tiene la ilusión de que él la siga queriendo. Nélida (Raquel Bank) es la jefa del hogar y es quien digita los pasos a seguir durante el día de agasajos a Víctor (Diego De Paula). Sus deseos son órdenes; no se le puede decir que no a una madre...

Durante el único día juntos, los Lujine comparten una cena y charlan –frase hecha tras frase hecha– sobre el clima o el tango en Europa. Víctor debe recordar (y cantar) su canción preferida y mirar los videos de su infancia. Laura le dedica varios dibujos y –contra la voluntad de todos– desafina una balada con su guitarra. Lucía realiza una coreografía con música latina a todo volumen. Andrés despliega un elemental inglés para dialogar con su hermano y complacer, una vez más, a mamita. Así, entre éstas y otras situaciones similares, más que un gran conflicto, El juego de la silla va sumando pequeñas tensiones.

El clima festivo que debía tener el reencuentro de los Lujine choca con la decepción, la bronca y el dolor cuando las horas no alcanzan, el amor los desborda, las cosas no salen como lo planearon y los juegos se convierten en algo más que eso. Justamente, el juego (que da nombre al film) de correr alrededor de la silla hasta que queda un solo ganador condensa todo el sentido contenido en el film y, cuando estalla, desencadena mucho más que el final de la película.

Un hombre muy serio (de los hermanos Coen)



A serious man, es una película de los premiados hermanos Coen (No es país para viejos) que incursiona en el drama con un humor negro que arranca más de una buena risotada.
Interesante, descabellada. Una mirada mordaz de las costumbres judías y un aplauso. El final pudo estar mejor. Pero, de todas maneras, vale la pena.
Copio a continuación una nota de Terra (México):

Un Hombre Serio (A Serious Man), la realización más reciente de los hermanos Joel e Ethan Coen, recrea a través de una comedia de humor negro los problemas que ahogan la vida de 'Larry Gopnik', un judío que vive atormentado, luego de que su esposa le revela que está enamorada de un colega y su mejor amigo.

La película forma parte de la 51 Muestra Internacional de Cine que estará vigente hasta el 30 del presente mes en la Cineteca Nacional, que incluye una serie de realizaciones de los más reconocidos directores contemporáneos.

La trama escrita por los Coen, ambientada en el medio Oeste, en la ciudad de Minneapolis a finales de los 60, narra la historia del introvertido profesor de física, interpretado por Michael Stuhlbarg, un profesor que aspira a ser elegido catedrático de la universidad en la que imparte matemáticas.

Pero el mundo se le pone de cabeza desde que 'Judith' (Sari Lennick), su mujer, le exige el divorcio para hacer una nueva vida al lado de 'Syl', un viudo judío allegado a la familia; sin embargo, le pide que sea bajo el ritual de su religión.

Por si fuera poco, 'Gopnik' vive un gran dilema cuando 'Cliv', un estudiante coreano, le exige que lo apruebe, porque de lo contrario su padre se molestará. Luego de negarle el deseo a ese individuo, se da cuenta de que mañosamente le ha dejado un sobre con un soborno con cientos de dólares.

Los problemas en la vida de este profesor aumentarán con dos hijos: 'Danny', próximo a tener su bar mitzvah, y 'Sarah', una hija, que le arranca billetes de la cartera cuando él no está, obsesionada con hacerse una cirugía estética en la nariz. Para rematar, debe soportar a 'Arthur', un hermano parásito, pendenciero y fanático de los juegos de azar.

'Gopnik' no encuentra la salida y en su deseo porque alguien le dé una respuesta y lo haga despertar de esta pesadilla, decide acudir a los rabinos de su comunidad, siendo recibido en primera instancia por uno muy joven e inexperto; luego por otro de mayor experiencia, pero el gran rabino no tendrá tiempo para atenderlo, por lo que su situación se estanca cada día más.

En Un Hombre Serio los Coen parecen regocijarse en hacer una especie de un detrás de cámaras, sobre lo que pocas veces se conoce a fondo en el judaísmo.

Sin duda, después de su filme Quémese después de Leerse, en esta ácida comedia reflejan una parodia de los ritos, costumbres y modos de vida de la comunidad judía del medio Oeste estadunidense, la tierra natal de estos reconocidos cineastas.

Los Coen seleccionaron un reparto que les quedó a la medida para este largometraje en el que participan otras figuras como Simon Elder, quien interpreta el papel del 'Rabino Scott'; Richard Kind como el 'Tío Arthur'; George Wyner, como el 'Rabino Nachter', y Adam Arkin, como 'Don Milcarm', entre otros.