Antes, mucho antes de que me
prendara de mujer alguna, mi corazón ya había sido ganado por la violencia.
Dicen que mi madre se puso fea cuando me tenía adentro, de tanta pata y
manotazo que le di. Y al nacer la dejé como con cuarenta kilos de menos. Fui un
niño gordo, cabezón, travieso como él solo. La primera cagada que recuerdo fue
en el kínder del Pío XII: rellené de anzuelos un ponqué de navidad, y varios
alumnos resultaron heridos. No me pudieron probar nada pero de todos modos me expulsaron y de allí pasé
al Liceo Ciudad de Cali en donde me la pasaba soñando con cagadas por venir. A
los doce años me regalaron un rifle de copas y me la pasaba tirándoles a los
ventanales de los vecinos hasta que éstos pusieron la queja y mis padres me
decomisaron el rifle. Yo, claro, quedé muy descontento con esta medida y ahorré
durante dos veranos para comprarme mi rifle de copas, uno más grande, más serio
y potente. En quinto de primaria ya todos me decían “el loco” y yo hacía todo
lo posible para cimentar esta fama: un día llamé como a cincuenta taxis a la
casa de Germán Azcárate, y observé, divertidísimo, todo el barullo desde mi
balcón. El papá de Germán salió protestando que ellos no habían llamado a
ningún carro, pero no le creyeron y había algunos que querían cobrarle la
carrera. Yo me reí hasta que los ojos se me aguaron, y ahora siento lo mismo
que sentía cuando pequeño: un sol inmenso que se pone, dentro de mí, en el
horizonte, y que era presagio de grandes aventuras en contra de mis semejantes
y hoy es signo de cagadas por venir, como no hay nada más que hacer en esta
vida pues entonces conformémonos con las travesuras que pueda realizar, las
acciones neutras, las acciones que producen sufrimientos en los otros, las
malas vidas, la sequedad de los corazones, la luz del sol, el reverberar la
apatía de ahora que escribo automáticamente pues no puedo avanzar en este
relato.
—¿Y cómo va la cosa? A ver,
déjame leer (…) Mal, ¡una mierda! Mal universitario que hace sus tareas,
¡carajo!
—Pero responde a las preguntas
básicas. ¿Por qué lo borró?
—Cuántas veces tengo que decirte
las cosas por la puta: quiero algo más que el «qué», el «quién», el «cómo» ni
no sé qué chucha más. Quiero que el lector se meta, se identifique, piense que
esto le pudo pasar a él. Todos los días se muere alguien, carajo, eso no es
novedad. Tienes que hacer que ese muerto parezca el primero. Y para eso tienes
que encontrar un ángulo diferente, personal.
—Pero usted quiere una historia,
yo estoy reportando un hecho. Son cosas diferentes, ¿no?
—¿Y quién carajo te dijo que
reportes un hecho? ¡Claro que quiero una historia, huevón! Esto también es
literatura: barata, subliteratura si quieres, pero literatura al fin y al cabo.
Un drama con Dakota Fanning, a quien muchos recuerdan por el papel de la niña en Hombre en llamas.
—¿Qué quieres que haga?
—En la noche, dormir
juntos y despertarnos juntos. Desayuno...
—¿Qué quieres en
realidad?
—Quiero que estés
conmigo. Que me abraces. Que me cuides y sigas amando. Que me ayudes cuando me
da miedo algo. Que toques el filo de mi cama y veas que hay ahí.
—¿Qué sucedería si no hiciera
las cosas bien?
—Es imposible hacerlo
mal.
Bueno, esto de andar persiguiendo películas que me hagan llorar no es la mejor manera de empezar el año. Este drama sobre una muchachita que hace una lista de cosas que desea hacer antes de morir es conmovedor y demuestra la madurez artística que está alcanzando Dakota Fanning (a este paso muy cerca de ganar un premio de los grandes). Seguro lo hará pronto. Una película para valorar más el día a día.
Eastwood, uno de los actores y directores que más admiro, ahora actuando para Robert Lorenz.
—Creo que tal vez puedo cambiar la manera en que hago las cosas.
—Seguro que sí.
Una película sobre la vejez, la obstinación de aquellos que se niegan a reconocer el paso de los años. Gus Lobel es un testarudo con convicciones, cazatalentos en declive que encuentra en quien menos se lo espera el soporte perfecto para tomar la decisión final: el retiro. Una poco convencional relación padre-hija entreteje algunos oscuros recuerdos que marcaron su distanciamiento por el bien de ella. Este filme también se podría resumir en aquel lugar común que reza: de tal palo, tal astilla.
Orlando Mazeyra Guillén
Acá una sinopsis (editada) de internet:
Gus Lobel (Clint Eastwood) ha sido uno de los mejores
cazatalentos del béisbol por décadas, pero a pesar de sus esfuerzos por
ocultarlo, la edad empieza a notársele (problemas de visión que cada vez son más evidentes). Sin embargo, Gus se rehúsa a ser
eliminado por lo que parecen ser sus entradas finales en su carrera.
Parece que él no tiene opción. La oficina directiva
de los Bravos de Atlanta empieza a cuestionar su juicio, especialmente
sobre el más grande fenómeno de bateo en el país. La única persona que
puede ayudarle es a quien no le pediría ayuda, su hija Mickey (Amy Adams), quien
es socia de una poderosa firma de abogados cuyo empuje y ambición la
han puesto en carrera rápida para hacerse socia principal. Mickey nunca
tuvo una relación estrecha con su padre, quien no estaba preparado para
ser padre soltero luego de la muerte de su esposa. Incluso ahora, en los
pocos momentos que comparten, se distrae fácilmente, por lo que Mickey
asume que es su gran amor: el béisbol.
Sabiendo que es un error y pese a las objeciones de
Gus, Mickey lo acompaña en su último viaje como cazatalentos,
arriesgando su propia carrera para salvar la de él. Obligados a pasar
tiempo juntos por primera vez en años, hace que cada uno descubra cosas,
revelando grandes verdades sobre su pasado (la niñez de su hija, una escena que lo marcó para siempre) y presente que podrían
cambiar su perspectiva a futuro.
En la película también está Justin Timberlake como
Johnny Flanagan, un cazatalentos rival que tiene la mira en una carrera
en la cabina de locución… y tiene ojos para Mickey.
—«Cadena de favores» no funcionó —le
informa Trevor a su maestro—. Ni siquiera pude hacerlo. Iba a ayudar a Adam…
—¿Ayudarlo a qué? —le pregunta su
profesor al niño.
—A que no le pegaran, pero tuve miedo —confiesa Trevor—.
No lo ayudé… Dejé que le pegaran.
—No. Tú no dejaste que le pegaran
—repone el maestro—. Sucedió así. A veces no se puede hacer nada.
—No es justo —se lamenta Trevor.
—Lo sé —afirma su profesor.
—No lo sabe —se ofusca Trevor—. Debería
llamar a mi madre. Podría hacer algo, si quisiera. ¿Por qué es tan gallina?
—No soy gallina.
—Va a pasar algo… y será
demasiado tarde.
—¿Qué va a pasar? ¿De qué hablas?
—le pregunta el maestro.
—Él volverá.
—¿Quién volverá? Eh, ¿quién
volverá? Tu padre. ¿Volverá tu padre? Y... ¿qué pasará cuando vuelva, Trevor? ¿Te
hará daño? ¿Le hará daño a ella?
—No, si hay alguien allí en su
lugar.
—Trevor, ahora es complicado para
mí.
—¿El mundo es simplemente una mierda?
—pregunta el muchacho.
—No, no lo es —le dice su
profesor—. Hiciste un buen trabajo. Mírame, estoy orgulloso de ti. Estoy orgulloso
de ti. Y para tu información... yo premio el esfuerzo, no el resultado.
—Me da igual la nota —le informa
Trevor—: sólo quería ver si el mundo podía cambiar.
Lo bueno de las películas es que no admiten un único ángulo de visión y la multiplicidad de miradas las enriquece. Así, ante José y Pilar,pacientísimo documental del portugués Miguel Gonçalves Mendes sobre José Saramago y su viuda, Pilar del Río, en el que ambos se exponen a la cámara durante casi tres años, con la vertiginosa agenda social, personal y promocional del escritor como tercer protagonista, la riqueza testimonial puede llevar a opciones contrapuestas. Baltasar Garzón, en su presentación en el Festival de Ronda, afirmó que en ella "se descubre la camaradería, la amistad de dos compañeros de viaje, apoyándose en el pensar y en el vivir".
Otras miradas, en cambio, podrían ver a un hombre cansado de sonreír, del esfuerzo de parecer inteligente a cada instante; a un hombre al que le hubiera gustado estar tranquilo en su casa, pergeñando historias ("yo tengo ideas sobre novelas..."), pero que, arrastrado por su esposa, acude a mil y un eventos protocolarios ("... y tú tienes ideas sobre la vida", le dice José a Pilar); a un hombre sumergido en el centro de una verbena, como un extraterrestre que apenas entiende; a un hombre que, en una imagen impagable, se queda dormido en una conferencia a unos metros de otro que también ha decidido apagar los ojos: Gabriel García Márquez; a un hombre, y son sus palabras, consciente de ser una teta que produce leche en forma de dinero; a un hombre expuesto a la estupidez y a la desvergüenza ("¿me dibuja un hipopótamo junto al autógrafo? (*)", le dice un fanático al escritor, visiblemente enfermo y cansado, mientras una cola kilométrica aguarda su turno); a un hombre que despliega brillantez, inteligencia y saber estar, mientras otros se convierten en protagonistas de una película que no es la suya. "Algunos no me perdonan que yo quisiera a Borges", clamaba hace una semana en este periódico su viuda, María Kodama. ¿Recuerdan a una tal Yoko Ono, esposa de un cantante?
La existencia misma de esta película parece un abono para la tesis. Y sin embargo el trabajo de Gonçalves se configura como un documento apasionante, excepcional, con el que, de un modo seguramente impudoroso, este crítico se encandiló. Perdón por verla, perdón por disfrutarla, maestro.
Nota de Orlando Mazeyra.- El crítico Javier Ocaña quizá confunde a Saramago con Vargas Llosa (confeso amante de los hipopótamos). El joven brasileño le pide a Saramago que le dibujara un elefante (personaje principal del libro que le autografió: EL VIAJE DEL ELEFANTE).
El realizador de Historias mínimas presenta hoy en Toronto su nuevo filme, La ventana, inspirado en las últimas horas de vida del escritor. Aquí explica la génesis de un proyecto que lo toca en lo personal.
Este festival se caracteriza -entre tantas otras cosas, como incluir películas con estrellas de Hollywood y un cine más decididamente de autor- en presentar premieres mundiales. Y una de ellas es argentina. Además de las otras seis películas nacionales, que se ofrecen en distintas secciones, esta noche Carlos Sorín estará presente en la primera proyección internacional de La ventana, su nueva realización, que no irá a competir a ningún otro festival por el momento.
El director de La película del Rey e Historias mínimas llegó ayer mismo desde Buenos Aires, bien temprano por la mañana y al mediodía atendió a Clarín. Conocido por su sentido del humor, habló de su filme, aunque confesó que nunca lo vio terminado, así que lo "descubrirá" junto con el público.
La trama de la película es tan sencilla que "es casi inexistente, te podría decir que se evapora con sólo contarla", sonríe. Antonio es un hombre de 86 años que ha tenido un incidente cardíaco y espera a su hijo que, informado, regresa de Europa. Esas doce horas de espera, del amanecer al atardecer, es lo que se cuenta en la película. También es sobre el tiempo, sobre el fluir del tiempo, "y me hubiese gustado titularla Las horas, pero existe el filme de Stephen Daldry con ese nombre..."
¿Cuál es el origen de la historia que contás en "La ventana"?
Creo que se unieron varias cosas. Por un lado, mi antigua afición por Chejov, que revivió en el último año. Aparte de releer buena parte de sus cuentos, me interesé en su vida y busqué durante semanas un ejemplar en castellano de la que seguramente es la mejor biografía del escritor: La dramática vida de Anton Chejov, de Irene Nemirovsky. La encontré por internet. La descripción de las últimas horas de vida del escritor en un hotel del balneario de Badenweiler despidiéndose de su esposa y su médico con un brindis con champagne es realmente conmovedora. Tanto como el cuento de Raymond Carver, Tres rosas amarillas, en el que relata minuciosamente el mismo episodio. Esas lecturas estuvieron presentes en la génesis del proyecto.
Pero también hubo un hecho singular que cimbronó en el interior de Sorín: el año pasado falleció su padre. "Y aunque uno sepa que lo natural es que los padres mueran antes que los hijos, nunca termina de acostumbrarse a un hecho así, y también debe haber influido", concede.
¿Como se te ocurrió pensar en Antonio Larreta como protagonista?
Fue una idea de mi socio productor, José María Morales, que está haciendo un filme sobre la vida de Artigas basado en un guión de Antonio "Taco" Larreta. Siguiendo mi secuela de actores "no actores", yo quería un escritor para hacer el personaje que también es escritor. Hay una forma de hablar, de manejar la palabra, que es exclusiva de un escritor. ¿Quién no recuerda la forma de decir de Borges o Neruda? Tienen una musicalidad muy especial. Bueno, yo quería que de alguna manera eso estuviese en la película. Por otro lado también quería que tuviese 85, 86 años. La fragilidad de esa edad no la quería actuada, quería que fuese de verdad. De cualquier forma, "Taco" Larreta algo actuó, porque aunque realmente tiene 85, está en muchas mejores condiciones que el personaje. Y está la mirada, esa mirada inteligente que "Taco" no la actúa, la tiene.
¿Y como lo convenciste?
Viajé a Montevideo bastante nervioso, pero me encontré con que "Taco" estaba tanto o más nervioso que yo. Quería hacer el personaje, pero pensaba que no era la persona indicada. "Yo como actor soy antiguo", me decía, "soy un viejo actor uruguayo y no te voy a servir". Ahora que ya está hecha pienso que está muy bien en la película, realmente. En el elenco también está Arturo Goetz e hicieron una participación especial Carla Peterson y Luis Luque.
Sorín fue a filmar hacia el Sur, aunque no a la Patagonia. "No volví a la Patagonia -confirma-, pero filmé cerca de Bahia Blanca, cerca de Sierra de la Ventana y del límite con La Pampa. Algunos dicen que por ahí empieza la Patagonia, pero el paisaje es menos ríspido y mas bucólico."
¿Con que expectativas llegás a Toronto?
Más que expectativas llego con temores. No vi la película. La edité por un lado, trabajé el sonido por otro, pero nunca vi como funciona todo junto y en pantalla grande. La copia en 35mm. salió de Madrid y llegó a Toronto. Yo no fui a España y las únicas opiniones de gente que la vio son de las de mis socios y del director de fotografía. Nunca me pasó esto. Siempre llegué a los festivales con algunas pruebas previas con público. Ahora no. En fin, los whiskies que suelo tomarme después de la proyección me los tomaré antes...
No es la primera vez que Sorin viene con una película a Toronto. Bueno, es la segunda. "Vine con El perro y fue un éxito de ventas aquí totalmente desmedido. No creo que con esta peli repita".
Hablabas de los "no actores" que solías elegir. ¿Que balance podes hacer, qué es lo mas positivo y qué lo que no te convence de trabajar con ellos?
No tengo una opinión formada. Por un lado trabajar con "no actores" es muy limitante en el trabajo en profundidad del personaje, además de trabajoso, agotador. Y azaroso: nunca sabes cómo va a salir. Trabajando con actores podés pisar más sobre seguro, construir mas. Pero por otro lado extrañás lo imprevisto, una cierta frescura que puede salir de algo no programado, de lo "accidental". No sé qué es lo mas adecuado. Supongo que depende del tipo de película que uno quiere hacer.
Sorín viene de Buenos Aires, pero estuvo en Bogotá pocos días antes de partir. "Fui a evaluar y elegir los guiones que debían ser premiados con las ayudas que da la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura. Fueron unos días muy intensos. Hay mucho entusiasmo en Colombia con el cine. Da la sensación de que el cine colombiano está próximo a un despegue. Ojalá se dé."
Con "La ventana", ¿sentís que cerrás, al menos momentáneamente, un tipo de realizaciones, que arrancó con "Historias mínimas"?
A La ventana la veo distinta a Historias... y su saga. Es una película más construida, al menos en lo que se refiere a la imagen. Por eso filmé en 35mm., por la posibilidad de tener una imagen mas elaborada. También me parece que es una película un poco más ríspida, menos gratificante. Es también algo más ambigua, dando tiempo al espectador para que complete las cosas en su mente. De cualquier manera no estoy aun en condiciones de evaluarla. Esta noche, después de la proyección quizá tenga una idea mas próxima a la realidad.