La teta asustada no obtuvo el Óscar, pero los reconocimientos que recibió en festivales de cine y la candidatura de la Academia de Hollywood son méritos que tienen en su haber Claudia Llosa y sus productores. Pasado el entusiasmo mediático, es necesario evaluar con claridad los logros alcanzados por esta película peruana. La lección es que se puede competir en las ligas mayores mediando un trabajo muy serio y profesional. En primer lugar, marcando distancia de las reglas niveladoras del “cine para consumir al paso” en una multisala cualquiera. El punto de vista personal y exigente de un cineasta hace que una historia de “aquí y de ahora”, singular y muy arraigada en una cultura —la nuestra— pueda ser entendida y apreciada en diversos lugares y subtitulada en muchas lenguas.
En segundo lugar, mirando hacia más allá, hacia mercados de pantallas múltiples que se interesan por “otros cines”. Para llegar a ellos, se requiere de coproducción internacional, pero, sobre todo, del cumplimiento escrupuloso de las leyes nacionales de promoción al cine, teniendo dos objetivos: lograr un nivel regular en la producción de películas, y apoyar las “primeras obras”, los proyectos originales y las cintas producidas en todo el territorio del Perú. Que otras películas peruanas triunfen en el futuro puede ser el logro mayor que permite vislumbrar la repercusión actual de “La teta asustada”.
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