martes, 17 de agosto de 2010

Después de la vida (After Life) de Agnieszka Wojtowicz-Vosloo



–¿Por qué morimos?
–Para que la vida sea importante.


En Después de la Vida (After Life), a Christina Ricci le cuesta –como a todos, creo– aceptar su propia muerte (un deceso impregnado de espejismos y recuerdos contradictorios que la hacen confundir la vida con la muerte y viceversa).
Dentro de todo lo mediano de esta película, supuestamente de terror, hay una confesión muy dura que hace la protagonista cuando acepta que el amor hace daño, causa demasiado dolor; y que por eso mismo ella se había jurado, desde una temprana edad, el no amar a nadie para no volver a sufrir. Medida extrema, pero atendible a razón de experiencias propias.
Ricci se presentaba, hasta antes de esta cinta dirigida por Agnieszka Wojtowicz-Vosloo, como una de las mujeres más codiciadas del cine. En País Prozac se llevó mi corazón. Pero en Después de la Vida su imagen evoca más a películas de vampiros.
El largometraje es singular, creo que esto lo digo llevado más por el deseo que por una cuestión más racional. El sepulturero tiene un don especial que lo hace ‘conversar’ con los muertos. Así, les ‘ayuda’ a aceptar su muerte. La mujer implora por una nueva oportunidad. Y la recibe. Pero el miedo la paralizó.
–Creí que eras distinta –le dice el sepulturero a la protagonista–. Pero eres igual a todos: dices tener miedo de morir, pero le tienes miedo a vivir.
La conclusión a la que la hace llegar es patética y contundente:
–Menos mal que ya estoy muerta –apostilla ella–. Ya todo pasó.
Uno quisiera decir lo mismo: agradecer por haber terminado con todo y poder descansar en paz. ¿Falta poco? No se sabe.


Christina Ricci está muerta. Si nos morimos con ella, hagámoslo de una vez.

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