jueves, 16 de junio de 2011

Compromiso con talento


Durante los primeros meses de este año he tenido la oportunidad de ver las grandes películas que nos trae el cine español. Pa negre (Pan Negro) es la gran ganadora de los últimos premios Goya y es, desde luego, una película que se puede dejar de recomendar.
Y también la lluvia proyecta una temática muy en boga que nos podría ayudar a comprender lo que pasa en Puno y en el Perú en general y, así, tratar de entender por qué el pueblo quiere un gran cambio. Una película con un mensaje clarísimo.
Los ojos de Julia una gran película de terror con la notable Belén Rueda (Madrid, 1965) siempre recordada por Mar adentro, el Orfanato y El mal ajeno (de Óscar Santos), también recomendada en este blog.




Acá el comentario del crítico Carlos Boyero: "Todo es irreprochable en Pa Negre" del director Agustí Villaronga.

Veo la abrumadoramente larga gala de los Goya en la casa de unos amigos españoles en Berlín. No son especialmente cinéfilos ni pierden el sueño por los esplendores, desdichas y crisis del cine español, pero tienen tal sentido de la cortesía y la generosidad que logran piratear la señal de Internet para que yo pueda observar de forma difusa en la pantalla de un ordenador lo que acontece en el Teatro Real y pueda cumplir con mi obligación. También me hacen heroica compañía en esa fiesta interminable que dura más de tres horas . Calculo que si existiesen todavía los espacios publicitarios en la televisión pública lo más probable es que hubiéramos llegado al amanecer.

Las imágenes que vislumbro a través de esa pantalla me quitan para siempre los deseos de aprender a ser corsario en Internet. Ver de esta forma películas, programas de televisión, series y partidos de fútbol no entra en mis anhelos masoquistas. Seguiré comprando DVD y discos al precio que me exijan los enfurecidos y estafados creadores. Nunca atentaré contra los sagrados derechos de autor. Jamás dejaré que me laven el cerebro los internautas ni que se apodere de mí el síndrome de Estocolmo, como aseguran los escandalizados sabios que le ha ocurrido a Alex de la Iglesia, ese chico que era tan querido y admirado por sus colegas hasta hace poco y que sufrirá el destierro de su hogar ancestral por traidor, por haber enloquecido repentinamente, por plantearse que la Ley de esa ministra tan lúcida a lo peor tampoco sirve para que el desagradecido público se enamore de nuevo del cine español (¿lo ha estado alguna vez?) y retorne a las depauperadas salas que le dan cobijo.

Escucho el ardoroso y emotivo discurso con el que se despide de la presidencia de la Academia el hijo pródigo y me parece que es sincero en su furia y en su tristeza, que está convencido de que o su familia artística cambia de rollo ante las exigencias de una revolución imparable o el negocio común se irá al infierno. Hay aplausos tibiamente educados para el apóstata. No le lanzan flechas ni tomates. Pero sospecho que Alex de la Iglesia va a quedarse muy solito a partir de ahora, que se acabaron las risas a sus gracias, las palmaditas en la espalda, el baboseo, el respeto fingido o real hacia su imaginativo cine y su desbordante personalidad.

La ceremonia empezó bien, con un numerito cantor y danzarín acaudillado por Luis Tosar que tenía bastante gracia. También con la habitual comicidad, inteligencia e ingenio que desprende el impagable presentador Andreu Buenafuente. Pero la cosa fue decayendo, yo al menos precisé una notable paciencia para aguantar hasta el final las expectativas, derrotadas por las inacabables dedicatorias de la mayoría de los premiados, por sketches que se empeñaban vanamente en despertar la carcajada.

Las cuatro películas que competían eran muy atractivas. Este año no se había colado ninguna mediocridad arropada por la capacidad de adhesión que generan las productoras que ofrecen continuo trabajo a sus encantados votantes. Que haya ganado Pa negre , ese veraz, complejo, hondo, violento, estético y sombrío retrato de las barbaries que pueden ocurrir en la posguerra, los abusos de los ganadores y la aterrorizada supervivencia de los vencidos, de la mezcla de luces y sombras que existen en las relaciones de poder, es irreprochable. Es la película más sólida y emotiva que ha rodado ese director siempre inquietante llamado Agustí Villaronga . El trabajo de Nora Navas, Laia Marull, Marina Comas y Francesc Colomer es impecable. También gratamente sorprendente en el caso de esos niños tan espontáneos y creíbles.

Biutiful, una película que a ratos me irrita, posee un imán muy poderoso y es la admirable interpretación, entregado en cuerpo y alma, de Javier Bardem.

Cuentan que el guión que escribió Chris Sparling en Buried dio infinitas vueltas por las productoras norteamericanas antes de que Rodrigo Cortés se obstinara en hacer una película apasionante sin salir de un atáud. Lo que le ocurre dentro de ese espacio claustrofóbico a una persona horrorizada está poderosamente descrito en su escritura. La idea es tan original como el desarrollo. Hubiera sido demasiado mezquino negar algunos incontestables medios técnicos a Balada triste de trompeta. Y entiendo la expresión desencantada de Iciar Bollain al ver que También la lluvia, dotada de razones para ser la favorita, tuviera que conformarse con premios menores, incluido uno bastante merecido a la breve y rotunda interpretación de Karra Elejalde, actor con cuyo histriónico arte casi nunca he logrado conectar. No puedo opinar todavía de Chico y Rita, pero es de esas películas que tengo inaplazables ganas de ver. Disfruté con la elaborada frescura, la atmósfera y las descripciones sentimentales que crea David Pinillos en Bon apetit.

Sospecho que vamos a echar de menos a Alex de la Iglesia al frente de esa cosa tan tortuosa llamada Academia de Cine. Al menos, debería de convencer a Buenafuente para que siguiera presentando los Goya.




COMPROMISO CON TALENTO. Crítica de Carlos Boyero.
Dirección: Icíar Bollaín. Países: España, Francia y México. Año: 2010. Duración: 104 min. Género: Drama.

A cualquier cinéfilo joven le resulta familiar que han existido ancestralmente géneros denominados comedia, terror, bélico o western (aunque este lleve mucho tiempo en estado de defunción) pero le puede sonar a marciana la certidumbre de que en una duradera época se prodigaron etiquetas tan prestigiosas como cine político, social y de denuncia. Y se preguntarán cuáles eran los imprescindibles requisitos para inscribirse en esas temáticas. También la fe en que el cine podía ser utilizado como un arma para cambiar el mundo. Los posmodernos, esos impostores que no inventaron nada aunque supieran tanto del vacío vendible, se partieron de risa años más tarde ante esos planteamientos entre naifs y apolillados del cine militante. Y como todo en la vida, en esos géneros con vocación de trascendencia convivieron lo mejor y lo peor, el planfletario necio y el retratista complejo, el voceador de consignas esquemáticas y el intelectual en posesion de matices y capacidad para sembrar la duda.

El guionista Paul Laverty, habitual colaborador para bien y para mal en el siempre identificable cine de Ken Loach, y la directora Iciar Bollain, representan dos visiones del mundo, sensibilidades, formas de acercarse a la realidad, que estaban destinadas a encontrarse. El resultado en También la lluvia destila cosas buenas, matices, verosimilitud, sentimiento, las mejores esencias de ese cine político que dejó de estar de moda hace tanto tiempo.

Cine dentro del cine

Hay varias historias en esta película, incluida esa tan arriesgada del cine dentro del cine. Todas ellas funcionan. adquieren sentido al mezclarlas. Está la del rodaje en Bolivia de una concienciada película que reconstruirá el expolio y la legalizada barbarie que sufrieron los indígenas cuando las carabelas de Colón desembarcaron en América, la rebelión de éstos ante el tributo en oro que les exigen los civilizados depredadores, la protesta ante la voracidad de los colonizadores y la indefensión de los nativos del cura Bartolomé de las Casas. Le acompaña el retrato sicológico de la gente que está haciendo esa película, sus relaciones con la población indígena que actúa como secundaria y extra a precios tercermundistas, los tormentos internos y las dificultades externas para lograr que esa ficción que reconstruye un pasado atroz pueda llegar al final en medio de las tensiones ambientales, el dilema y el desgarro del posibilista productor, el angustiado director y los acojonados o dignos actores protagonistas al ser obligados por las circunstancias a tomar partido entre el arte y la realidad. La tercera historia se centra en el grito popular y las manifestaciones en Cochabamba contra la privatización del agua concedida a una multinacional, acaudillada por un indio que interpretaba en la película al lider indígena que se sublevó contra los invasores españoles.

El tema es suculento para las tentaciones de maniqueísmo, algo contra lo que no tengo prejuicios si es inteligente, si logra convencerme de que existen los buenos y los malos. Pero aquí tampoco aparece. Sí las luces, sombras, dudas, miedos, huidas, miserias, coraje , paradojas y contradicciones de los que pretendiendo denunciar mediante el arte atrocidades del pasado descubren que en la vida real y en su presente se está repitiendo la antigua tragedia de los eternos perdedores.

También la lluvia es algo más que un retrato digno acompañado de inmejorables intenciones. Es una buena y compleja película. Iciar Bollain cree en lo que está contando y lo sabe transmitir con talento.




LOS OJOS DE JULIA de Guillem Morales (una presentación de Guillermo Del Toro).
Boyero no gusta de este largometraje, es más cree que es una gilipollez: "Me parece directamente infame. Es de estas películas que cuando pretenten asustarte, te ríes. Belén Rueda es una mujer bellísima con algo especial, una de las grandes sorpresas del cine español. Pero en esta película todo me parece increíble".